domingo, 1 de marzo de 2015

Diario de un náufrago. Buscando un motivo

Es aún de noche, vuelve a ser de noche, y me despierto empapado en sudor sobre mi cama de hojas en la parte más próxima a la orilla. Me gusta dormir con el ruido de las olas rompiendo contra la arena, me relaja.
Llevo aquí unos cuantos días, no sé decir cuántos exactamente, las noches largas y las horas de sol escasas hacen que todo me parezca un continuo; una interminable noche con momentos de lucidez.

Me he despertado sobresaltado, con la sensación de no haber estado durmiendo, sino corriendo la maratón, todos mis músculos están agarrotados y mis pies doloridos... quizás sí que he estado corriendo. La pregunta es... ¿hacia dónde? Estoy en una isla en mitad de la nada, es imposible correr hacia ningún sitio. ¿Nadar? Nada se ve en el horizonte como para adentrarse en el mar en busca de algo que no sé si estará, y por el momento no tengo una barca. Suficiente trabajo me costó edificar la choza donde me alojo. Quizás más adelante si no consigo averiguar el cómo llegue y el cuánto tendré que estar aquí me plantee el fabricarla, comienzo a aburrirme.
La soledad, el tener un refugio donde protegerse de todo y todos, incluyéndose a uno mismo no está mal, el único pero es que ya estoy harto del retiro espiritual obligado en el que me encuentro.

Tumbado, dándole vueltas a lo ya dicho espero a que el sol haga su aparición para repetir la rutina que me he auto impuesto; el pasar las horas sentado en la arena pensando en las musarañas no iba a llevarme a ningún sitio, así que me propuse dedicar las pocas horas de luz de las que dispongo a recolectar comida y hacer un poquito más habitable el trocito de isla que he tomado como propio.
Pasa el tiempo y la espera comienza a hacerse eterna, la luz parece no querer aparecer hoy; otro día sin sol, otro día de tempestad, de olas, de subida de la marea, otro día oscuro. Últimamente las tormentas están más próximas las unas de las otras.
Hoy no habrá recolección, hoy sólo queda esperar que amaine y todo se tranquilice.

Comienzo a aburrirme. La isla es cada vez más inhóspita y lo exótico de la situación ya no me distrae lo suficiente como para no sentirme encerrado. El peso de la soledad es cada vez mayor y comienzo a desesperar. ¿Y si no consigo escapar de aquí? Condenado a vagar por una isla en mitad de quiensabedonde, alimentándome de lo que encuentre, con la única compañía de mi mismo mis pensamientos acabarán por devorarme. Tengo que salir de aquí.

Tiene que haber alguna forma de escapar de esta isla.
Es cierto que todos necesitamos de vez en cuando tiempo para nosotros, un stop, una parada obligada, una huida más o menos justificada, un encierro voluntario. Pero creo que este aislamiento está pasando ya de castaño oscuro.
¿Tendré quizás algún tema por resolver y sea ese el motivo por el que estoy aquí? Quizás no se trate tanto de conocer el suelo sobre el que me encuentro, sino de conocerme yo. Conócete a ti mismo y podrás entonces abarcar el resto. A veces es necesario un alto en el camino, un desvió por el avituallamiento para coger fuerzas. ¿Será esta mi zona de descanso?


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