domingo, 3 de mayo de 2015

Esa fea manía del gusto por la melancolía.
La tristeza siempre es más fácil; siempre tiene la puerta abierta, siempre nos espera con los brazos abiertos dispuesta a resguardarnos. La opción sencilla, encerrarnos, cerrar los ojos y mirar hacia dentro, dejarnos llevar por nuestro yo tristón, ese que te autoboicotea y te acompaña al lugar donde autoflagelarse esta bien visto. Dentro, cada vez más dentro, hasta que dejas de ver la luz y pierdes la referencia con el exterior; y ahora...

- "¿Por dónde salgo? ¿Dónde esta la salida? bueno, ya se me pasará".

Y pasar, acabo pasando, sólo que de espaldas al mundo es complicado ver algo más allá que sombras y reflejos.

Las cosas suceden con o sin nosotros, el mundo seguirá girando y los días se irán sucediendo.
Tenemos dos opciones, quedarnos al margen y que nuestro día a día no sea más que la sucesión de horas vacías o levantarnos, abrir bien los ojos y ponerle color a lo que nos rodea.
Si no te gusta el color que tienen las cosas, cambia el cristal a través del que miras. Puede que incluso acabes por aprender a compartir colores, y termines hasta sintiendo el mundo girar.

Esa fea manía de no querer ver más allá de lo que nosotros mismos nos dejamos.
Juez y verdugo, el más cruel de todos, ese que desde una posición privilegiada posa su mazo una y otra vez, silenciando todo lo demás a su alrededor, un golpe seco detrás de otro que no nos deja escuchar nada más; tanto, que acabamos por creernos todo aquello que dice, restándole credibilidad e importancia a todo lo que de él no provenga. Oídos sordos a toda flor que te regalen, recelo ante toda palabra amable.
Cuán diferente sería esto si fuésemos capaces de hacer que los demás se viesen a través de los ojos del que les habla. Cambiar la perspectiva, añadir otra más. Ser capaces de mostrar el diamante que esconden, ese por pulir, capaz de brillar, de iluminar la habitación más oscura.
Mientras tanto no podemos más que intentar que vean la luz que proyectan en nosotros hasta que terminen por localizar el origen.

Esa fea manía de quedarse con lo malo, con lo que hace daño.
El mundo puede ser una verdadera historia de terror, un circuito de obstáculos, un campo de batalla en el que nos toca estar en medio. Pero también puede ser un cuento, un buen escenario para pasear, el juego más divertido jamás inventado... ¿Vas a dejar que te lo cuenten?.