martes, 29 de diciembre de 2015

Todos tenemos una mochila a la espalda.
Un equipaje que siempre nos acompaña y que poco a poco se va llenando. Cada vez más cosas, más recuerdos, más vivencias van ocupando esa bolsa que al principio era pequeña y liviana.
Un peso que arrastrar, un peso en movimiento.

Hasta que un día tus piernas flaquean, tu espalda no soporta más peso y tus pasos van siendo cada vez más cortos.
Hasta que un día no eres capaz de ponerte en pie y sentada junto a tu mochila ves la vida pasar. Mirando de reojo ese lastre, ese ancla que bien pegada al suelo te mantiene.
Hasta que un día aceptas que ese es tu equipaje y que como tal, tendrá el peso que tu quieras darle.

Somos lo que somos por lo que vivimos, pero no dejes que las cosas que te pasan sean las que deciden tu rumbo, sino, que seas tú, con tus ganas la que marque la dirección de tus pasos y ante todo, anda; ya habrá tiempo de estar parada.

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